Arquitectura del nuevo mínimo

02.07.2020

Por Carolina Espinosa

Si hay algo que esta Pandemia nos ha obligado a ver son los espacios en los que vivimos. Cada quien, cada familia enfrenta este encierro de forma distinta, por muchas razones. El teletrabajo, por ejemplo, nos obliga a instalarnos en ´alguna parte´ si no contábamos con un espacio destinado a esto previamente, ya sea de forma fija (usar un rincón de la mesa del comedor, por ejemplo) o remota (si debemos armar y desarmar nuestro lugar de trabajo cada día). A esto le sumamos la necesidad de un lugar "externo" que nos de la ilusión de ese exterior que tanto anhelamos; los balcones, terrazas y jardines se transforman en tesoros. El problema se hace más extremo en las viviendas sociales y, peor aún, en los denominados ´blocks´. Este tipo de vivienda presenta problemas en su forma y uso, por un lado, porque están pensadas para bajar todo lo posible sus costos y por otro, porque están diseñadas, bien o mal, para familias "tipo" (padre, madre y 2 hijos), cuando la realidad termina siendo que en esos 45 m2 viven, al menos, el doble de personas para la cual fueron pensadas. La vivienda progresiva (aquella que parte con m2 básicos y puede ir creciendo) es una buena solución y quizás deba ser incorporada como política pública para las viviendas sociales. Lo interesante del problema, al que nos vemos enfrentados hoy, con el confinamiento, es que las viviendas se enfrentan a nuevas necesidades, que habíamos descartado o que no considerábamos, como el espacio íntimo: aquel rincón propio exclusivo donde poder estar con uno mismo a pesar de estar rodeado de personas. El desafío que tenemos y que siempre hemos tenido, los arquitectos y las arquitectas, es lograr buena arquitectura para el peor escenario: espacios reducidos, presupuestos acotados, condiciones ambientales adversas y ahora, la obligatoriedad de estar encerrados. No son los días templados los que definirán un buen proyecto, sino aquellos de extremo sol o de lluvia torrencial.